Los fumadores siempre han estado rodeados de una sugerente aura de sexualidad. Nadie puede resistirse al atractivo de alguien con los dientes de Shrek, que al segundo minuto de estar realizando el acto  ya emite ruidos como de módem roto de finales de los 90, y que huele y sabe igual que las cenizas de tu difunto padre.

Así que, para combatir el encanto del tabaquismo, alguien tuvo una genial idea: el cigarrillo electrónico. Un cacharro largo y transparente con finas líneas de colores que suele colgar del cuello. Aparentemente, los vapores de su interior no son nocivos. Pero la cuestión es que a ojos de los demás parece que estés intentando sacarte los dientes con un destornillador de los chinos.

Hasta ahora, los fumadores de cigarrillo electrónico han tenido la libertad de hacer el ridículo en cualquier sitio. Si nadie ha prohibido lucir en lugares públicos polos masculinos de color rosa, ¿por qué iban a sancionar los cigarrillos electrónicos?

Pero desde diciembre , en Espana, el Gobierno, anunció que  tenía la intención de limitar ligeramente su uso. El actual proyecto de legislación quiere prohibir que aparezcan anuncios de cigarrillos electrónicos en horario infantil. Algo normal, pues los que lo fuman parece que estén chupando el pene de Robocop.

Pero el tiempo de permisividad ya ha pasado. La Organización Médica Colegial ha pedido que se apliquen las mismas restricciones al tabaco normal que al cigarrillo electrónico. Puede que el segundo no provoque cáncer de pulmón. Pero en más de un caso alguien ha enloquecido y se ha arrancado los ojos al verse rodeado de adultos sofisticados con juguetitos en la boca.

Si la prohibición sigue adelante, puede conllevar el mayor cambio urbano que han sufrido nuestras ciudades desde la era industrial. ¿Qué pasará con esas tiendas de cigarrillos electrónicos que han proliferado cuál palomas enfermas? Probablemente, serán sustituidas por su mayor archienemigo: las tiendas de Compro Oro.  FUENTE ELJUEVES.ES